Marta, que es como se llama su hija pequeña, le preparó el desayuno, la levantó de la cama y la convenció para ir al hospital, ya que Adela odiaba a los médicos y no le apetecía nada tener que pasarse varias horas en la sala de espera.
Después de un rato sentada en una fría e incómoda silla le atendió una enfermera muy simpática y le dijo que en breves sería recibidos por la doctora Suarez. Era una mujer de más de cuarenta años, muy risueña y alegre, y una señora muy elegante y atenta. Le explicó a Adela que lo mejor era hacerse un análisis, y sacarse de dudas sobre qué era lo que le podía pasar, convenciéndola diciendo que lo hiciera por su familia, que los iba a dejar más tranquilos, al fin y al cabo sería un pinchacito de nada.

Al cabo de una semana recibió una llamada del hospital, le daban consulta para la doctora Suarez y le decían que no debía faltar.

Se levantó dos horas antes y fue a la parada del autobús a coger la línea 5 que es la que le llevaba al centro médico, el tono de la llamada para ir a la cita no le daba buenas vibraciones, pero prefería ir sola para no preocupar a su familia. Cuando fue atendida por la doctora, pudo ver cómo detrás de su sonrisa y mirada, había una cierta preocupación, o más que preocupación interpretó como pena y cierta tristeza.
Los resultados de su análisis eran preocupantes, tenía una anemia muy importante, y no sabían a qué podía ser debida, era muy probable que tuviera una hemorragia interna y que por eso se sintiera tan debilitada, no la dejaban ingresada, pero tendría que ser sometida a más pruebas la siguiente semana.
Sola y entristecida volvió a la parada del autobús del hospital. se sentó al lado de la ventana y comenzó a pensar en su familia, cómo les diría lo que le pasaba, cómo iban a dejar de trabajar para atenderla....estaba muy poco animada para luchar.