martes, 27 de abril de 2010

Vida. Capítulo 1

Los ojos que todo lo ven
Esa tarde era especial para Adela, era el día de su cumpleaños y toda la familia se había reunido para celebrar su 87 aniversario. Sus 3 hijos y 7 nietos estaban sentados a la mesa observando como soplaba las velas de la tarta de queso que con tanto cariño había preparado para ellos.
Esa tarde sus ojos iluminaban más brillo de lo normal, y es que cada vez que se juntaba toda la familia era un huracán de vida que la llenaba y resucitaba mucho más que cualquier medicamento que le recetara su médico.

Vivía sola, y cada mañana daba su paseo por el pueblo, para "quemar el colesterol" decía, hacer un poco de ejercicio y pasar un rato agradable observando a las nuevas generaciones jugar en el parque.
A pesar de ser una mujer que se conservaba excepcionalmente bien, el tiempo había labrado en su cara numerosas arrugas, y su capacidad de movimiento era año tras año más lento, aunque era capaz de preparar comida para toda la familia sin pestañear, luego estaba una semana con secuelas por el esfuerzo.
Su marido la había abandonado ya hacía 8 años, a causa de un cáncer. Cada noche se acostaba recordando su cara en la oscuridad, al hacerlo, le dedicaba una sonrisa y recordaba sus últimas palabras: "hasta siempre princesa mía". Alguna noche, el vacío que sentía, hacía que se le escapase alguna lágrima, que rápidamente secaba, para evitarlo pensaba en sus nietos, cada uno era especial y le colmaban de alegría y satisfacción.

Al terminar de soplar las velas exigió a todos sus nietos que pasaran a darle un beso y un fuerte abrazo, y les dejó en el bolsillo a cada uno un billete de 5 euros, y les decía al oído -No compres muchas gominolas- y veía como se le iluminaban los ojos al ver lo que les escondía; mientras sus padres se hacían los suecos y le daban el gusto de malcriar a sus hijos.
A las 7:30 de la tarde, después de recoger la mesa y lavar la loza con la ayuda de su familia, todos se marcharon a sus casas, y el ruido que había reinado en la casa se torno silencio. Cansada por todo el ajetreo, se sentó en el sofá, y cerró los ojos. Al pensar en lo que había pasado ese día se le escapaba una sonrisa. Su nieta Tamara, la segunda de mayor edad, era la más simpática y cariñosa, y cada visita de la niña, animaba toda la casa. Lástima que viviera tan lejos.
A la mañana siguiente a las 10 de la mañana entro su hija mayor en casa y Adela todavía estaba en cama. La despertó y estaba más cansada y dormida de lo normal. Algo no iba bien.......

3 comentarios:

Fernanda Mirón Parra dijo...

Menuda capacidad para enternecer al personaje. Me encanta, sigue así!!

Astronautaentierra dijo...

aisss Miguelito! no lo hagas sentimentaloide por dios! que ultimamente no sé qué me pasa con los abueletes que me emociono... (no se lo digas a nadie pero se me escapan unas lagrimillas siempre que veo el anuncio de renfe -_-')

un besote

Sil dijo...

aaaayyyy, es que el anuncio de renfe es genial!

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