A duras penas podía ver su pelo despeinado y su cara aun dormida en el espejo del baño, debido a la poca luz que le proporcionaba la vela olorosa de coco y vainilla que le habían regalado para decorar su salón en su último cumpleaños. Cogió su moderno cepillo eléctrico para eliminar los restos de galletas y limpiar su boca y dentadura, un despiste al ponerlo a cargar la noche anterior le obligó a usarlo sin vibración lo cual le permitió escuchar la casa de su vecina que tenía una radio encendida, se sorprendió al escucharla, se imaginó que era de pilas.
Tuvo que bajar andando por las escaleras y mientras descendía pensaba en cómo iba a poder abrir la puerta del garaje y sacar su precioso turismo, ya que un mando y un motor hacían ese trabajo por él, y no tenía ni la más mínima idea de como hacerlo. Al llegar a la entrada se encontró que había tres vecinos más, discutiendo sobre cómo abrirla. No había sido diseñada para abrir de manera manual y bueno, por suerte o por desgracia iba a tener que ir a su empresa a pata.
Era una sensación extraña, como sacada de una película de drácula, pasear por la ciudad entre la niebla y los rayos de luz que apenas alumbraban, era raro, diferente y en el fondo le gustaba la paz que por su calle se respiraba. Al llegar a una calle principal, todo pareció volver a la normalidad, cientos de coches, con las luces encendidas alumbraban toda la acera, y unos pocos policías locales regulaban los cruces de la calle Real con la Oliva. El ruido de los silbatos resultaba muy molesto a estas horas tan tempranas.
Posiblemente el hecho de haberse levantado de manera tan sobresaltada le habían impedido pararse a pesar por un segundo:
- ¿Por qué no hay hoy electricidad?.......